miércoles, 5 de diciembre de 2012

Mozart fue enterrado en algún lugar del cementerio de San Marcos de Viena, el día después de su fallecimiento. ¿Por qué las exequias de Mozart se celebraron de modo tan austero?, se pregunta Arthur Hutchings. Muy pocas personas acudieron. Este hecho, y el que Mozart fuera «arrojado a una fosa común», alimentan la leyenda -ambigua- de que el músico murió pobre y solo. La idea de un Mozart dejando este mundo abandonado y arruinado es muy romántica, pero es equívoca. ¿Por qué? Veamos...

En la catedral de San Esteban tuvo lugar un breve funeral al que acudieron, entre otros, Salieri y miembros de la nobleza. Pero es cierto que la comitiva no acompañó el cuerpo al cementerio, puede que por el mal tiempo pero también porque en aquella época había restricciones para acceder a los cementerios por el riesgo de contraer enfermedades. De hecho, José II promovió las fosas comunes para preservar la salubridad. Leopoldo II, su sucesor, continuó con la medida. José II también había decretado la supresión de muchos actos funerarios por el coste que ocasionaban los ceremoniales. La corte imperial dio por bueno el entierro de tercera del que “disfrutó” Mozart. Los músicos no eran más que "sirvientes". La logia masónica para la que Mozart compuso varias obras tampoco contribuyó a que el funeral del genio fuera de mayor calidad. Por tanto, Mozart fue enterrado sin testigos, salvo dos sepultureros anónimos, por lo que su tumba se perdió para siempre.
Algunos expertos señalan que Mozart recibió sepultura en una tumba comunitaria simple y desechan el término “fosa común”. En cualquier caso, esto fue una fatalidad, ya que nadie pudo localizar la sepultura ni siquiera con exhumaciones posteriores.
Los vieneses levantaron este monumento a Mozart en el cementerio de San Marcos, pese a no conocerse la tumba exacta:
 

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